Existen diversas causas que pueden provocar pérdida y defectos en el hueso de los maxilares, la principal causa es la pérdida dentaria, la cual genera la posterior reabsorción del hueso, proceso que al ir acompañado de remodelación, no permite que el hueso se vuelva a formar.
También existen otras causas que podrían generar pérdida de hueso como infecciones localizadas, la enfermedad periodontal o un trauma. Se estima que el promedio de pérdida ósea después de una extracción dental es de 1,2 mm el primer año y progresa a 0,4 mm por año.
Una adecuada cantidad de hueso es necesaria para proteger estructuras nobles tales como nervios y vasos sanguíneos y a la vez permite rehabilitar cuando se han perdido dientes, siendo de vital importancia cuando se realizará mediante implantes.
Cuando la cantidad y/o calidad del hueso alveolar (hueso en el que se encuentran las piezas dentales) es inadecuada, se puede realizar una reconstrucción quirúrgica mediante injertos de hueso autólogo (del propio paciente), de manera de devolverle sus características óptimas.
Los injertos de hueso se utilizan para preparar el lecho necesario para los implantes dentales durante la sustitución de uno o varios dientes ausentes, el injerto permitirá crear un lecho seguro para colocar los implantes y conseguir resultados estéticos.
La cirugía de injertos óseos permite trasladar tejido óseo, en este caso, de una parte del cuerpo a otra, la zona de donde se obtiene el tejido se denomina “sitio dador” y la zona que recibe “sitio receptor”. Al trasladar el tejido a su sitio receptor crecerá una nueva irrigación sanguínea que le aportará nutrición y permitirá su incorporación a su nueva posición.
En esta técnica de Injerto óseo en bloque, el sitio dador corresponde al hueso de la zona del mentón o línea oblicua interna, ambas son zonas de la mandíbula. Es realizada bajo anestesia local y sedación consciente, por lo cual no genera dolor durante la intervención, se realiza un colgajo (se separa el tejido blando) de manera de acceder al sitio dador y teniendo en consideración las dimensión del área que se desea reconstruir, de delimita con una fresa de tamaño adecuado, perforando la cortical del hueso de la zona en todo su perímetro, luego, mediante instrumental especializado se desprende el hueso necesario para la posterior reconstrucción.
El injerto se lleva al sitio receptor, el cuál debe estar preparado para recibirlo, se fija mediante tornillos de titanio, además se rellenan las zonas en que no haya contacto con pequeños fragmentos de esponjosa.
En esta etapa un aspecto de fundamental importancia es lograr la inmovilización del injerto y no sólo cubrir con encía, el cual es factor decisivo en el éxito que el injerto tendrá. A Cuando es necesario se pueden utilizar membranas, elementos que sirven como barrera y ayudan a mantener el injerto en posición. Finalmente se procederá a cerrar el colgajo mediante puntos sueltos que permitan hemostasia pero no ejerzan demasiada presión de manera de evitar el colapso del colgajo.