El proceso alveolar es un tejido que depende del diente y que se desarrolla en conjunto con la erupción de éste. Cuando se extrae una pieza dental, la cresta alveolar (hueso donde se encontraba el diente) comienza un proceso de reabsorción y atrofia, lo que generará pérdida de los tejidos blandos y de hueso. El nivel de pérdida de tejidos varía entre individuos y depende de la morfología y el estado de salud del diente que se extraerá, además, depede del fenotipo de los tejidos blandos y duros involucrados, siendo los fenotipos delgados los que tendrán mayor predisposición a reabsorberse en relación a un fenotipo grueso.
La reabsorción de los tejidos blandos y duros y la posterior la remodelación del hueso puede ser un factor limitante a la hora de rehabilitar mediante la colocación de implantes, ya impide lograr resultados estéticos ideales, sobretodo en sectores anteriores de la boca. Si bien, puede que se lleve a cabo una adecuada oseoitegración (unión del implante al hueso) habrá un fracaso estético desde el punto de vista de la apariencia de los tejidos blandos.
Con el fin de minimizar los procedimientos quirúrgicos extensos para recuperar la estética de los tejidos, tales como injertos, surge la “preservación alveolar”, técnica que permite controlar la reabsorción del hueso alveolar, mantener su integridad, mejorar el llenado óseo vital del alveolo y reducir futuras intervenciones que permitan aumentar el reborde para la realización de tratamientos protésicos convencionales o que incluyan implantes dentales. Además, cabe mencionar que este procedimiento se puede implementar al momento de la extracción de la pieza dental.
Actualmente esta intervención se lleva a cabo gracias al uso de autoinjertos particulados, que son de tejido proveniente del mismo paciente, o de otras fuentes, tales como aloinjertos, aloplásticos o xenoinjertos, además del uso de membranas reabsorbibles o no reabsorbibles fabricadas a partir de diversos materiales.
Durante la cicatrización del alveolo post extracción hay una reducción de 5-7 mm del reborde horizontalmente en un periodo de 6 a 12 meses, llevándose a cabo la mayor parte de la cicatrización durante los 4 primeros meses. Mientras que la reducción vertical sería de 2.0 a 4.5 mm. Además se ha visto que los sitios en mandíbula experimentan una mayor pérdida en comparación con los sitios maxilares.
Dentro de los factores que pueden afectar los cambios dimensionales del hueso posterior a la extracción dentaria encontramos, factores locales como en número y la proximidad en los dientes extraídos, el motivo de la extracción, la condición del alveolo, previa y posterior a la extracción, el biotipo del tejido, el estado del diente y su posición, y dentro de los factores sistémicos se encuentra la salud general del paciente y hábitos como el tabaquismo.
Los procedimientos llevados a cabo para la preservación del alveolo pretenden preservar el volumen del hueso alveolar y la posición de los tejidos blandos, con la finalidad de reducir los cambios dimensionales posterior a la extracción. Las técnicas existentes para conservar el reborde son:
GBR: “regeneración ósea guiada” esta técnica se refiere al estímulo de la formación de hueso, utiliza membranas como barrera para mantener el espacio sobre el defecto, permitiendo la estimulación de celular formadoras de hueso e impide la migración de células no deseadas al interior de la herida. Para que esta técnica sea exitosa se deben cumplir con la exclusión del tejido epitelial y conectivo, mantenimiento del espacio, estabilización del coagulo de sangre formado y el cierre primario de la herida.
Decorticación de hueso alveolar: se realizan perforaciones desde el hueso cortical hacia el hueso esponjoso, este procedimiento no se realiza con frecuencia en la preservación del alveolo.
Membranas para la preservación del alveolo: existe gran variedad de membranas utilizadas, reabsorbibles y bioabsorbiles. La elección de ella dependerá de la morfología del defecto.
La preservación alveolar se lleva a cabo posterior a la extracción de la pieza dental, procedimiento llevado a cabo bajo anestesia local. El alveolo debe encontrarse completamente limpio y posteriormente, el cirujano podrá decorticar las paredes óseas con instrumental rotatorio de ser necesario (excepto la pared labial). Una vez seleccionado el material de injerto, se colocará en un recipiente estéril, se hidrata con solución salina o con la sangre del paciente por 3 a 5 minutos hasta obtener consistencia adecuada. El material de injerto se coloca en el alveolo y se compactará mediante un instrumento bajo ligera presión, en zonas posteriores se preferirá injertos intra-alveolares (sólo rellenar al interior del alveolo) y en zonas anteriores tanto intra como extra-alveolares (rellenar al interior y al exterior del alveolo). El material será cubierto con una membrana, la que también será hidratada previo a su uso.
Finalmente se lleva a cabo el cierre de los tejidos, el cual debe ser libre de tensión para asegurar el éxito, utilizándose para ellos sutura de un pequeño diámetro.
Una vez terminada la intervención el tratante entregará las indicaciones al paciente, las cuales incluyen un protocolo antibiótico para evitar infecciones, analgésico y antiinflamatorio. Además de mantener una adecuada higiene y dieta blanda por 3 a 4 días.
Se realizaran control a los 7 días para evaluar cicatrización y luego a los 14 días, comprobando que no haya signos de infección. A los 3 meses se tomara una radiografía para evaluar la formación de hueso. Cuando se ha evaluado radiográficamente que el injerto se ha transformado se puede llevar a cabo la cirugía de implantes.